“A mí no me molestaba que antes, cuando la gente que me conocía desde pequeña, me llamara con mi nombre masculino, pero ahora sí me molesta, porque ya entendí que soy una mujer trans. Porque yo antes pensaba que era gay, pero no… Ser gay es otra cosa, yo soy una mujer trans. Tengo mi identidad y tengo mis derechos. Quiero que todos me llamen Danna, ese es mi derecho”.
Se sentía orgullosa de ser quién era y de poder expresarlo. Quería terminar el colegio y ayudar a su familia. Su sueño era trabajar en memoria histórica y aportar su granito de arena para la paz de su pueblo marcado por la guerra. Gracias a esta determinación, desde muy joven se convirtió en una prometedora lideresa de su comunidad. Así era Danna Valentina.
Nació el 18 de julio de 1997 en Chaparral, al sur del Tolima. No pudo terminar el colegio por el rechazo que tuvo que enfrentar. Pero ella no se rindió, aprendió a trabajar como estilista y de vez en cuando ejercía el trabajo sexual. En 2012, con tan solo 15 años, se unió a una Asociación Chaparral LGBTI Diversa y en 2016 comenzó a participar en un proceso de reconstrucción de la memoria histórica de las víctimas LGBT del sur del Tolima. “Llegaba temprano a los talleres, le gustaba sentarse adelante, preguntaba, opinaba y debatía cuando alguien hacía un comentario incorrecto”, recuerdan sus amigos.
Esta se convirtió en su segunda familia: sus hermanas trans de Chaparral y las demás personas de la Asociación LGBTI Chaparral Diversa, que la acogió y la formó. La primera, la consanguínea, estaba compuesta por su madre Marisol y sus dos hermanas. Con ellas vivió toda su vida en el barrio Tuluní. Aunque ella misma decía que no era precisamente el orgullo de su familia, amaba a su madre y la apoyó hasta el último momento.
Le gustaba mucho salir con sus amigas. La noche del sábado 11 de febrero de 2017 estaba con ellas en el Parque de los Presidentes, en el centro de Chaparral. Un hombre la recogió en un vehículo, un conocido de ellas, dijeron sus amigas. Después de eso, no la volvieron a ver. El 15 de febrero su cuerpo fue hallado en estado de descomposición en un sector enmontado a las afueras del municipio. Tenía 19 años.
Danna fue enterrada dos semanas después. Su familia no tenía dinero para las exequias, por lo que sus amigas y compañeras tuvieron que hacer una “vaca” para poder enterrarla. La organización que denunció su muerte y a la que pertenecía fue amenazada, y el mural con el que la honraron fue borrado una noche. Aunque el hombre que la recogió aquella noche fue capturado, su muerte aún no se ha esclarecido.