Él era muy “cachesudo”, cada cabello en su lugar, perfume y ropa impecable, y fue también “madrina” de muchos gays y mujeres trans en Quibdó. La rumba era su forma de mostrarles a los otros que no tenía por qué haber un mundo de oscuridad, donde siempre estás escondido, en la rumba podías bailar, reír, hablar y ser como quisieras ser, sin importar qué etiqueta te hayan puesto al nacer. Eso fue Ever para Emiliano, le mostró los días felices cuando él no se atrevía a salir a su casa por el temor al rechazo.
En Pandeyuca, su barrio en Quibdó, lo recuerdan porque le gustaba sentarse a cantar y tomar cerveza. Eso y los viajes producto de su trabajo eran otra pasión, después de todo para ser comerciante debes ir aquí y allá en busca de mercancía, y Medellín y Bogotá fueron unos de los principales destinos.
Por 50 años, la alegría, la música, los viajes, la vida; todo hasta que el 24 de junio de 2011 fue baleado de forma sorpresiva en el barrio la Aurora de Quibdó. Un golpe al corazón de muchas personas: su “madrina” había sido asesinada y hasta la fecha es un crimen impune.