Juliana Giraldo Díaz

Soñadora, pero de esas soñadoras que hacen que las cosas pasen. Por eso, cuando se fue a vivir con Francisco a Miranda, Cauca, soñaron juntos en restaurar la casona de la familia de Francisco y construir allí un hogar juntos. Pintaron las paredes, reemplazaron la madera vieja, eligieron y arreglaron el cuarto más grande como su habitación y abrieron un criadero de pollos y pescado. Ese sueño en constante construcción, surgido y alimentado por el amor, guardaba la promesa de adecuar la parte baja de la casa para abrir el salón de belleza de Juliana, que, además, era una talentosa estilista.

Juliana siempre se ganó el corazón de las personas que la rodeaban y lo mismo sucedió con su llegada a Miranda y con la familia de Francisco. Amó siempre incondicionalmente a su familia, que la amó también incondicionalmente. Aura María, su hermana, la recuerda como su alma gemela. Aura era la niña de los ojos de Juliana, tanto así que ante el miedo de que se lastimara no dejaba que montara bicicleta cuando eran niñas.

Nació en Jamundí, Valle del Cauca, y se fue a vivir a España junto con su mamá, Gloria, después de graduarse del colegio. Su mamá quería que estudiara ingeniería informática, pero Juliana decidió ponerse a trabajar. Después de la muerte de sus abuelos en España, Juliana decidió regresar a Colombia y cursó cuatro semestres de ingeniería de sistemas en la Universidad Autónoma de Occidente, en Cali. No terminó la carrera pues, a pesar de ser buena estudiante, tenía otros planes para su vida. Tomó clases de belleza con Raúl Molina, un reconocido estilista de Jamundí, hasta convertirse ella misma en una reconocida estilista en este municipio. Fue en allí donde compartió con su hermana y cómplice Aura, con quien de niña jugó a las muñecas y compartió peinados. Su sueño era abrir su propio salón de belleza.

Juliana era alegre, colaboradora, generosa, perfeccionista, carismática e íntegra. Aunque el dinero era importante, a Juliana le interesaba poco y le ofrecía servicios de peluquería incluso a quienes no tenían cómo pagarle. Lo hacía solo por ayudar.
Después de vivir año y medio en Miranda con Francisco, construyendo sus sueños y su hogar, el 24 de septiembre de 2020 Juliana fue asesinada por un soldado que disparó sin justificación alguna cuando regresaban a su casa con Francisco y dos acompañantes más por los documentos del carro que habían olvidado.