Yessica Gómez

Sus amigas y amigos la conocían como “La Pajarito”, a quien recuerdan como una mujer “con la que se podía hablar bastante, era una chica inteligente, tenía muchas ambiciones, y muchos sueños. Era joven y quería salir adelante”.

Yessica Gómez Rúa tenía 30 años. Era de Bucaramanga y quería ser peluquera. Amaba a su familia, en especial a su madre, y quería ser amada por ellos. Pero sus amigos cuentan que su familia nunca se refirió a ella como Yessica, sino que la llamaban por su nombre de pila. Cuando ella les manifestó que era una mujer, ya no quisieron vivir con ella, la rechazaron e incluso llegaron a agredirla. Es por eso que ella quería tener su independencia.

Yessica soñaba con ser una mujer libre, tener su propio negocio y trabajar como estilista a tiempo completo, pero para sobrevivir ejercía el trabajo sexual en el centro de su ciudad y solo ocasionalmente podía trabajar como peluquera. En 2012 comenzó a participar en un proyecto del Fondo Mundial para la prevención del VIH y el empoderamiento de las mujeres trans en materia de derechos sexuales y reproductivos. Ella y una amiga recibieron capacitación e insumos para montar una peluquería propia. Esto la entusiasmó mucho, ya que vio la oportunidad de hacer algo distinto al trabajo sexual. Sin embargo, su amiga no quiso seguir con este proyecto y vendió todos los materiales sin consultarle. Con esta decisión, no sólo acabó con la peluquería sino con los sueños y las esperanzas de libertad económica de Yessica, lo que hizo que cayera en depresión.

Huyó de su casa para vivir en las calles y fue agredida en varias ocasiones. Denunció estos hechos ante la Fiscalía, pero no tuvo ninguna respuesta. Fue en la calle donde, en la noche del 21 de abril, un hombre conocido se acercó a ella, discutieron brevemente y la apuñaló. Al parecer ellos habían tenido una relación. Al final, su mamá permitió que la enterraran con el nombre de Yessica.